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  • Pablo Ten

La salvación de los judíos



Metodi Konstantinov y el Maestro

Un texto de Metodi Konstantinov ( Emil Darev en la Novela Mira los Frutos)


Hitler y su partido nazi habían llegado al poder en Alemania. Hitler consideraba a los comunistas y a los judíos sus mayores enemigos. Se ocupó de los comunistas enviando a algunos a campos de concentración y prisiones, a otros a sótanos. Mató a algunos. Y otros huyeron al extranjero. Los judíos tenían entonces un gran poder económico en Alemania. Gran parte del capital financiero estaba en sus manos. Al principio, Hitler incluso atrajo para su lado a algunas personas de estos círculos. Y le ayudaron, con su dinero, a tomar el poder. Otros grupos de capital financiero se vieron obligados a renunciar a sus recursos, dejando su capital a Hitler, incluso como "expiación", recibiendo a cambio pasaportes para emigrar al extranjero. Entonces se salvaron sacrificando su riqueza. Esto se refería al gran capital financiero. Todos los demás tuvieron que pagar con sus vidas: fueron enviados a campos de concentración y destruidos.

El siguiente paso fue traer a Alemania judíos de los países ocupados durante la guerra, para liquidarlos también. Al ser aliada de Alemania, Bulgaria tuvo que tomar las mismas medidas contra los judíos. Los soldados alemanes pasaban por Bulgaria para ir a luchar a Grecia y Yugoslavia.

El rey Boris, de Bulgaria, intentó eludir responsabilidades justificando que las decisiones las tomaban el Gobierno y los ministros, y no él.

En ese momento yo [Metodi Konstantinov] ocupaba un cargo importante en la Dirección de Publicidad. Un día, el Ministro del Interior Gabrovsky me llamó a su oficina. Allí me entregó una orden en la que estaba escrito mi nombre. Me habían asignado acompañar en vagones de tren a judíos enviados desde Bulgaria a lugares determinados de Polonia. Le pregunté por qué exactamente yo debería hacer este trabajo y no otro. La respuesta fue: Usted es un alto funcionario de la Dirección de Propaganda, los alemanes confían y simpatizan con esta institución, usted estudió en Polonia y conoce su idioma. Sorprendido y consternado, no pude decir nada, tomé el documento y corrí hacia Izgrev para hablar con el Maestro.

Como empleado de esa Dirección, por mí pasaban todas las noticias transmitidas por unas 120 emisoras de radio extranjeras. Sabía que los alemanes estaban matando judíos en campos de concentración en Polonia. Y yo era el encargado de llevar a los judíos búlgaros para matarlos allí.

Llegué a Izgrev completamente conmocionado y le mostré al Maestro la orden de acompañar la evacuación de los judíos búlgaros a Polonia. Él me preguntó: "¿Qué pasa?" Le respondí: “Maestro, desde hace varios años todos los judíos de los territorios ocupados por Alemania son enviados a campos de concentración en Polonia, donde son asesinados”. El Maestro arrojó el documento al suelo, adoptó una expresión extremadamente estricta y me ordenó: "¡Ve a buscar a Lulchev inmediatamente!". Corrí a la tienda de Lulchev y lo encontré leyendo un periódico. Le transmití la orden del Maestro. Mientras caminábamos hacia él, le conté lo que me había pasado. Lulchev y yo nos encontramos ante el Maestro, que, enojado, caminaba de un lado a otro de su habitación. Se detuvo de repente, nos miró y se dirigió a Lulchev mirándolo a los ojos:

"¡Ve con el rey y dile que, si envía incluso a un judío a los campos de concentración, él y toda su familia serán liquidados! No quedará ningún recuerdo de su dinastía." Lulchev respondió: "¡Entendido!", saludó al Maestro y salió de la habitación, siguiendo en la dirección de los militares. Lo seguí hasta su tienda, donde se cambió y luego fue a buscar al rey Boris para darle el mensaje del Maestro.

En ese momento, yo seguía todas las noticias relacionadas con los judíos en mi oficina. Estaba bajo una tensión extrema. Al tercer día Lulchev regresó y fuimos juntos a ver al Maestro. Lulchev relató: “Maestro, he estado en todas las residencias del rey – en Vranya, Cham Koria, pero no lo encuentro por ninguna parte. Se escondió en algún lugar para que no lo encontráramos”.

Hablábamos frente a la puerta del Maestro, con él en el umbral. Nos dijo que esperáramos un momento y entró a la habitación cerrando la puerta. Después de un minuto, la abrió y dijo sólo una palabra: “Kritchim”. Lulchev confirma que entendió y se marcha. Nuevamente recurrió a los militares y fue a Kritchim a buscar al rey.

Lo encontró escondido en esa ciudad. El rey preguntó: "¿Quién te dijo que yo estaba aquí?" Muy tenso, Lulchev contestó: “¡El maestro Petar Danov me envió a decirle que, si Su Majestad envía a un solo judío a Polonia, toda su familia será destruida y asesinada!” Al decir esto, Lulchev se calma y el rey se estremece. Sólo puede pronunciar: “Sofía”. Los dos bajan, suben al coche del rey y conducen por la carretera polvorienta hacia Sofía. Allí van inmediatamente a la habitación del ministro Gabrovsky y el rey exige: "¡Dame el decreto sobre los judíos!".

Gabrovsky sacó el documento de un armario de hierro, el rey lo tomó con manos temblorosas y lo rompió en pedazos. Después de eso, se volvió hacia Lulchev y le dijo: "Lo viste con tus propios ojos: ¡el decreto sobre los judíos ya no existe!".

Lulchev se agachó, recogió un trozo del documento roto y se lo guardó en el bolsillo. Al llegar a Izgrev, me lo contó todo, mostrándome el documento roto. Sugerí que lo lleváramos al Maestro. Este nos recibió y Lulchev nos contó todo detalladamente. Finalmente, el Maestro dijo: “¡No permito que se cometa este crimen ante Dios!”. Luego se despidió de nosotros.

 

Así, los judíos se salvaron y el rey encontró una manera de justificarse ante los alemanes por cancelar la orden.

 

Muchos de los judíos de Sofía sabían quién los había salvado. Pero no se atrevieron a decírselo abiertamente al gobierno anterior. Cuando los comunistas llegaron al poder, los judíos guardaron silencio porque el gobierno comunista les dio permiso para regresar a Israel. Así que bajo ambos gobiernos permanecieron en silencio, aunque sabían quién los había salvado. Y los que emigraron a Israel guardaron aún más silencio.

 

 

*He aquí un breve relato de la salvación de los judíos en la época del Maestro.

Soy uno de los testigos y fui uno de los participantes en la salvación de los judíos.

Vi la grandeza del Maestro en palabras y acciones.

 

(Memorias de Metodi Konstantinov, recopiladas y presentadas por Vergilii Krastev, publicadas en el libro "Izgreva de la Fraternidad Blanca canta y juega, aprende y vive", volumen 4, páginas 533-535, Sofía, editorial Life Class, 1995.)


Agradecimientos a María Eugenia y a Violeta por la traducción.

 

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